Diálogo y atención a las víctimas centran mensaje navideño del Papa

De nuevo asomado a la logia central de la basílica de San Pedro, tras la ausencia del año pasado por la pandemia, el Papa Francisco golpeó este sábado de nuevo las conciencias con un mensaje de Navidad en el que aseguró que «nos hemos habituado a que las inmensas tragedias se pasen por alto» y que «corremos el riesgo de no escuchar los gritos de dolor y desesperación de muchos de nuestros hermanos y hermanas».

Ante miles de fieles congregados en la plaza de San Pedro, a pesar de la situación epidemeológica en Italia, Francisco afirmó que en este tiempo de pandemia «se refuerza la tendencia a cerrarse, a valerse por uno mismo, a renunciar a salir, a encontrarse, a colaborar».

Pero lamentó que esto también se observa «en el ámbito internacional» donde «existe el riesgo de no querer dialogar, el riesgo de que la complejidad de la crisis induzca a elegir atajos, en vez de los caminos más lentos del diálogo; pero son estos, en realidad, los únicos que conducen a la solución de los conflictos y a beneficios compartidos y duraderos».

Subrayó que todavía existen «muchos conflictos, crisis y contradicciones. Parece que no terminan nunca y casi pasan desapercibidos». «Nos hemos habituado de tal manera que inmensas tragedias ya se pasan por alto; corremos el riesgo de no escuchar los gritos de dolor y desesperación de muchos de nuestros hermanos y hermanas», criticó.

También tuvo palabras para confortar «a las víctimas de la violencia contra las mujeres que se difunde en este tiempo de pandemia» y «ofrecer esperanza a los niños y a los adolescentes víctimas de acoso y de abusos»

Y deseó que Dios «inspire a todas las personas de buena voluntad para que encuentren las soluciones más adecuadas que ayuden a superar la crisis sanitaria y sus consecuencias» y que «los corazones sean generosos, para hacer llegar la asistencia necesaria, especialmente las vacunas, a las poblaciones más pobres».

Rogó para que no seamos «indiferentes ante el drama de los emigrantes, de los desplazados y de los refugiados. Sus ojos nos piden que no miremos a otra parte, que no reneguemos de la humanidad que nos une, que hagamos nuestras sus historias y no olvidemos sus dramas».

Así como también pidió que nos hagamos «diligentes hacia nuestra casa común, que también sufre por la negligencia con la que frecuentemente la tratamos» y que «las autoridades políticas a llegar a acuerdos eficaces para que las próximas generaciones puedan vivir en un ambiente respetuoso para la vida».

Francisco concluyó antes de dar la bendición Urbi et Orbi (A la ciudad y al mundo) deseando que podamos «escucharnos entre nosotros y a dialogar como hermanos y hermanas».

EFE

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