Por Pedro Lara Castiblanco
El piquete de policías del temible ESMAD se levantó el jueves más temprano que de costumbre.
El día anterior les habían entregado instrucciones precisas sobre el desalojo de alrededor de 40 familias en el barrio Las Flores, un sector de pescadores artesanales, asentados entre la pobreza y las brisas del río Magdalena y el Mar Caribe.
La mañana había llegado muy temprano el jueves a «Las Flores», entre el atronador sonido de los camiones de la Policía y los gritos desesperados de las mujeres, el ladrido de los perros y el llanto de los niños, una mezcla de miedo y dolor que no conmovió a los hombres vestidos como robots, que actuaban como robots y que golpeaban como robots, obedeciendo tal vez al moderno y sofisticado código QR que recién les habían implantado.
Con aire ceremonioso el juez y su corte y los abogados de la Alcaldía recitaban la Ley, exigiendo el desalojo pacífico, mientras que alguno que otro defensor de la pobrería reclamaba airadamente, recordando el mandato constitucional y los compromisos del Gobierno de la ciudad, que desde el año 2017 se había comprometido a resolver el problema sin acciones de fuerza.
Los robots del ESMAD cumplieron su tarea al pie de la letra, empujando, golpeando y lanzando bombas de gases lacrimógenos, para sacar de su territorio a aquellas familias, cuyas viviendas, construidas desde hace varios años, demuestran la «confianza legítima» del Estado, que les ha permitido vivir en ese lugar que es un bien de uso público.
En medio de la refriega dos menores de edad resultaron afectados por los gases lacrimógenos y debieron ser atendidos en el centro de salud del barrio. Hubo quienes corrieron a divulgar la noticia de que los niños habían muerto, pero pero tales versiones resultaron falsas. Los menores fueron atendidos y dados de alta minutos después.
La Vía 40, una de las `principales arterias de la ciudad fue bloqueada por los manifestantes. El desalojo, planeado para «recuperar un bien de uso público», con destino a un ecoparque, fue suspendido, pero la comunidad continuaba durante la noche del jueves a la expectativa, mientras las autoridades se mantenían vigilantes para evitar desmanes.
Una de los teléfonos celulares, improvisado como cámara de TV, registró el desarrollo del diálogo entre los humildes pescadores, los abogados, la Policía y los representantes del Distrito.
El desalojo sigue pendiente, lo mismo que la suerte que correrán las familias que claman por soluciones dignas y que rechazan las ofertas que le ha hecho el Distrito. La desconfianza reina en el lugar y el miedo y el hambre acechan.
El piquete de policías del temible ESMAD sigue a la espera de órdenes e instrucciones.
El siguiente video ilustra claramente sobre lo sucedido en el lugar.