A UCI las EPS del Atlántico y Barranquilla

La altísima negligencia de las EPS, que dejan a su suerte a los pacientes, a familiares y a quienes presentan síntomas, es una ruleta rusa que nos está costando muchas vidas.

Diogenes Rosero Durango

El panorama que nos queda después de la pasada audiencia congresional convocada por la bancada alternativa en cabeza del senador Antonio Sanguino, es el absoluto desbordamiento de la prestación del servicio de Salud en Barranquilla y el Departamento del Atlántico. Una preocupante realidad que puede ser el espejo a seguir por otras regiones del país en donde se debe estar atentos para no ocurran las mismas deficiencias.

La operación de las EPS en Barranquilla y el Atlántico es un desorden total. Como lo señalaba un testimonio en la audiencia, “hay familias de 4 miembros en donde cada uno tiene una EPS diferente y cada una implementa un modelo distinto de atención”. Cada uno por su lado.

A las EPS no parece nadie ponerlas en cintura, ni la Super-intendencia, ni el ministerio de Salud y mucho menos los gobiernos locales. El alcalde de Barranquilla parece reconocer la gravedad del asunto, pero luce resignado a la fatalidad del colapso del sistema de atención de las EPS, como lo manifestó recientemente en una entrevista en el programa Hora 20.

En la audiencia esperábamos más de quienes tienen el deber de regular, vigilar y sancionar. La secretaria de Salud Departamental se limitó a reconocer la gravedad del asunto; las entidades nacionales a seguir abriendo investigaciones, y el secretario de salud Distrital y el gerente de la crisis ni siquiera asistieron a la convocatoria de los congresistas ¿un reflejo de su ya conocido desatino en la planeación y manejo de la crisis?

Las EPS hicieron una exposición de sus avances y políticas como si viviéramos en un mundo sin Covid19; todo marchando en orden, una realidad paralela. Lo cierto es que el modelo (ley 100) debe ser revisado a profundidad después de pasada la crisis, hay un problema de Compromiso (Acemoglu) en donde lo público termina absorbido por lo privado. Las EPS deben cumplir con sus obligaciones, y evitar que le transfieran parte de sus responsabilidades a la red pública, mientras siguen recibiendo los multimillonarios recursos de trabajadores, empresarios y del gobierno.

Contrariamente, los testimonios de las víctimas para quienes se organizó la audiencia (hubiéramos preferido más de sus testimonios y menos intervenciones de militantes políticos), daban cuenta de la altísima negligencia de las EPS, que dejan a su suerte a los pacientes, a familiares y a quienes presentan síntomas. Una ruleta rusa que nos está costando muchas vidas.

Las quejas siguen estando concentradas en: la demora de las pruebas, algunas nunca llegan. La deficiente atención a los pacientes en sus casas, los call center no funcionan. El deficiente, rastreo y nexo epidemiológico con demás familiares y posibles contagiados. La no activación de medidas preventivas. Los retrasos en la entrega de medicamentos y las aglomeraciones en los sitios de dispensación que se convierten en focos de propagación de la infección.

La inmediata respuesta debe ser una hoja de ruta integral, unificada y liderada por gobernación y alcaldía, no solo para los mayores de 60 años, necesitamos atención oportuna para todos y todas. Los organismos de regulación, vigilancia y sanción deben cumplir con sus atribuciones.

Hay que unificar un sistema de quejas con veeduría ciudadana articulado a un verdadero ombudsman (defensor del ciudadano) que garantice los derechos de los afiliados y ofrezca respuestas a las quejas con celeridad. No cuando no haya nada que hacer y los pacientes se agraven o mueran.

Lograr que la entrega de medicamentos sea oportuna y sin generar aglomeraciones para prevenir contagios; se podría pensar en usar farmacias barriales o puestos más cercanos a los ciudadanos.

Las incapacidades laborales (con y sin pruebas) no pueden seguir siendo una carga para las empresas y deben ser asumidas por el sistema para que se pueda lograr un efectivo aislamiento sin afectar la economía.

No podemos conformarnos con llegar al pico de la pandemia, esperar la ayuda nacional y asumir el alto costo en vidas que venimos asumiendo. Necesitamos parar las muertes con más prevención y atención oportuna. Hacerle frente a la muerte con más decisión.

La Silla Vacía